jueves, 10 de febrero de 2011

La burocracia

Recientemente he tenido la oportunidad de comprobar la gran diferencia que existe entre trabajar y querer trabajar. Por fin he comprendido lo que significa armonía, buena disposición y alegría en el trabajo. Les cuento los detalles para que puedan opinar libremente.

Con motivo de mi estancia futura en Japón he tenido que ponerme en contacto con la Embajada para arreglar todo lo referente a mi visado. Acostumbrada a la manera de actuar de los españoles, he previsto mi viaje a Madrid con mucha antelación y empecé a hacer llamadas para programar la cita muy pronto. Perdón, solo he tenido que hacer una llamada, a la 1:59 del día 5 de febrero. Quería informarme de los papeles que debía preparar. Pensaba que sería la primera de una serie interminable de comunicaciones telefónicas antes de poder ir por fin a recoger el visado. ¡Pero no! ¡Solo fue necesaria esa llamada para ser perfectamente informada y para tener la cita! Se preocuparon antes de que yo preguntara de solucionarme el problema de tener que viajar a Madrid dos veces. Lo organizaron todo, repito, sin yo pedir nada, para que en el mismo día pudiera entregar los papeles y recibir el visado. ¿Qué les parece?

Un alegría increíble que muy pronto se desvaneció cuando tuve que reservar el billete de tren para la mencionada cita. Búsquedas agotadoras en Internet, llamadas sin contestar a teléfonos de atención al cliente, nuevas búsquedas, ¡por fin una página que me permitía el acceso!, nuevos datos, nuevos formularios, muchos "continuar" , nuevas llamadas con gente que me daba otros números, nuevos datos y al final... la operación no era posible. El pago con tarjeta no se podía hacer si con anterioridad no se había comprado alguna vez un billete con tarjeta. Sin comentarios...

Acudí a Renfe, cogí número, esperé un buen rato, y casi cuando me iba a tocar, los números dejaron de funcionar en las ventanillas dispuestas para ventas anticipadas. Solo quedó una ventanilla que. según mis cálculos aproximados, tardaba de diez a treinta en atender a un cliente. Pregunté la razón por la que a partir de cierto momento no era necesario sacar número en ciertas colas, y me dijeron con muy malas formas que era para agilizar el servicio. Tuve que aguantar la carcajada, claro.

Cuando regresaba a casa, pensé sobre lo ocurrido y no podía salir de mi asombro ante las conclusiones a las que llegué: había solucionado en diez minutos un trámite que me permitía acceder a un país no comunitario para trabajar durante tres años y ¡doce horas para conseguir un billete de tren en un servicio no precisamente barato que nos venden como uno de los mejores y más modernos! Por favor, un poquito de dignidad y a ver si aprendemos de los que trabajan bien. Ya es hora, ¿no?